Bitácora

16 de marzo de 2020

The Salt Flats






«I know there's no way I can convince you this is not one of my tricks,
but I don't care

I am me.»



Nací y crecí en un pueblo bañado en la playa,
no recuerdo mucho de aquellos primeros años,
pero recuerdo el azul del mar.

Alguien muy sabio me dijo entonces que la vida nace del mar,
que siempre que lo tuviera cerca
no estaría solo.

Recuerdo sentir el mundo como un lugar demasiado grande.
Recuerdo la oscuridad de mi cuarto cuando la luz se apagaba.
Recuerdo jugar solo en un sótano oscuro,
llorar solo y con la cabeza bajo la almohada.

Recuerdo una sensación de angustia
que me agarraba el corazón
y me apretaba los pulmones.

Años después lo llamé miedo.

Me dí cuenta de que podía encontrarlo en cada esquina
si buscaba bien,
y de que no podía esconderme de él
porque era una parte de mí mismo.

Alguna vez me dijeron que esto era solo una fase,
que todos los niños lo superaban.



Muchos lo hicieron,

yo no lo hice.



Lo enterré todo como pude
bajo una montaña de escombros.
Ya sabéis que no se me da bien construir.

De repente llegó la adolescencia,
y le supliqué que me diera más tiempo.
Que todavía tenía mucho que aprender y curar
de mi niñez.
Pero el tiempo,
como siempre
es implacable.

Entonces algunas palabras empezaron a cambiar de significado.

Recuerdo como “dinero” se transformó en “poder”.
“Belleza” y “carisma” se tornaron en algo más oscuro
que llamaron “influencia”.
“Diferente” se convirtió en “bicho raro”.
“Orgullo” empezó a confundirse con “confianza”.
Mostrar emociones se convirtió en sinónimo de “debilidad”.
“Amor” se convirtió en “sexo”.
“Mujer” empezó a usarse de forma muy parecida a “objeto”.
“Humor” adquirió un significado demasiado similar a “humillación”.

La gente se volvió “fuerte” y reservada.
Cada uno empezó a mirar por lo suyo,
el bien común se quedó solo para los idealistas.


Y después nos lanzaron al instituto
a competir entre nosotros
porque “solo los más fuertes construirían el mundo del mañana”.
O al menos yo lo sentí así.


Allí conocí a una chica.
Recuerdo sus muñecas. Eran preciosas.

Pensé que nos amaríamos el uno al otro para siempre.


Primero
me preguntaron cuántas veces me la había follado ya.

Después
me dijeron que el amor verdadero
venía acompañado de otras cosas.
Las llamaron “celos” y “posesión”.

Pero nosotros no éramos menos que nadie,
así que construimos nuestra relación sobre conceptos como
poder,
envidia,
orgullo.

Era lo único que nos habían enseñado.




El día que se fue no pude soportarlo.
Nunca he llorado tanto en mi vida.


Pensé que nunca me levantaría de aquella.
Recuerdo una sensación de angustia
que me agarraba el corazón
y me apretaba los pulmones.

Una sensación familiar.

Recuerdo las sábanas mojadas,
el sol un poco apagado,
ni siquiera el mar inmutable
me pudo salvar de sentirme solo.

Recuerdo las páginas y páginas que escribí,
cada maldita palabra de dolor que escupí sobre el papel,
las llevo grabadas en la piel y cuando alguien me aprieta
aún siguen sangrando.


Recuerdo la cuarentena emocional,
el luto,
los momentos de sentirme muerto en vida
el pensar aquello de
“nunca voy a recuperarme de esta”.

Dicen que estas cosas son temporales,
que todo el mundo lo supera solo.



Muchos lo hacen,

yo no lo hice.



Me fuí corriendo de allí.
Huí.

Pero no me dejé caer.
Me até un clavo en las costillas para no hundirme.
Y me agarré como pude a mí mismo.

Me dí cuenta de que mi integridad
el ser yo mismo y nadie más,
esa pequeña migaja de libertad
es lo único que tenemos
y que nadie puede arrebatárnoslo.
Ni siquiera el miedo.

Nuestra integridad se vende por tan poco,
pero es todo lo que tenemos.
Es el único pequeño pedacito de nosotros
en el que somos totalmente libres.


En días como hoy veo el miedo en vuestros rostros,
el mismo con el que he estado luchando toda la vida.

Veo todo vuestro terror y vuestro pánico.


No nos han preparado para enfrentarnos a esto.


Si lo estás pasando mal, seas quien seas,
y vivas donde vivas,
espero que consigas escapar de tus fantasmas.
Espero que el mundo cambie, y que las cosas vayan a mejor.

Y espero que mantengas tu integridad
que no te dejes caer a ti mismo,
ni a los demás.
Que no caigas en culpar a unos o a otros.

Entiendo por lo que estás pasando,
y sé lo que es sentir verdadero miedo.

Por eso lo único que pretendo con esto
es que sepas
que aunque no te conozca,
y aunque nunca nos hayamos abrazado,
reído,
o besado,

entiendo por lo que estás pasando
y no estás solo.






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