«I know there's no way I
can convince you this is not one of my tricks,
but I don't care
I am me.»
Nací y
crecí en un pueblo bañado en la playa,
no
recuerdo mucho de aquellos primeros años,
pero
recuerdo el azul del mar.
Alguien
muy sabio me dijo entonces que la vida nace del mar,
que
siempre que lo tuviera cerca
no
estaría solo.
Recuerdo
sentir el mundo como un lugar demasiado grande.
Recuerdo
la oscuridad de mi cuarto cuando la luz se apagaba.
Recuerdo jugar solo en un sótano oscuro,
llorar
solo y con la cabeza bajo la almohada.
Recuerdo
una sensación de angustia
que me
agarraba el corazón
y me
apretaba los pulmones.
Años
después lo llamé miedo.
Me dí
cuenta de que podía encontrarlo en cada esquina
si
buscaba bien,
y de
que no podía esconderme de él
porque
era una parte de mí mismo.
Alguna
vez me dijeron que esto era solo una fase,
que
todos los niños lo superaban.
Muchos
lo hicieron,
yo no
lo hice.
Lo
enterré todo como pude
bajo
una montaña de escombros.
Ya
sabéis que no se me da bien construir.
De
repente llegó la adolescencia,
y le
supliqué que me diera más tiempo.
Que
todavía tenía mucho que aprender y curar
de mi
niñez.
Pero el
tiempo,
como
siempre
es
implacable.
Entonces
algunas palabras empezaron a cambiar de significado.
Recuerdo
como “dinero” se transformó en “poder”.
“Belleza”
y “carisma” se tornaron en algo más oscuro
que
llamaron “influencia”.
“Diferente”
se convirtió en “bicho raro”.
“Orgullo”
empezó a confundirse con “confianza”.
Mostrar
emociones se convirtió en sinónimo de “debilidad”.
“Amor”
se convirtió en “sexo”.
“Mujer”
empezó a usarse de forma muy parecida a “objeto”.
“Humor”
adquirió un significado demasiado similar a “humillación”.
La
gente se volvió “fuerte” y reservada.
Cada
uno empezó a mirar por lo suyo,
el bien
común se quedó solo para los idealistas.
Y
después nos lanzaron al instituto
a
competir entre nosotros
porque
“solo los más fuertes construirían el mundo del mañana”.
O al
menos yo lo sentí así.
Allí
conocí a una chica.
Recuerdo
sus muñecas. Eran preciosas.
Pensé
que nos amaríamos el uno al otro para siempre.
Primero
me
preguntaron cuántas veces me la había follado ya.
Después
me
dijeron que el amor verdadero
venía
acompañado de otras cosas.
Las
llamaron “celos” y “posesión”.
Pero
nosotros no éramos menos que nadie,
así
que construimos nuestra relación sobre conceptos como
poder,
envidia,
orgullo.
Era lo
único que nos habían enseñado.
El día
que se fue no pude soportarlo.
Nunca
he llorado tanto en mi vida.
Pensé
que nunca me levantaría de aquella.
Recuerdo
una sensación de angustia
que me
agarraba el corazón
y me
apretaba los pulmones.
Una
sensación familiar.
Recuerdo
las sábanas mojadas,
el sol
un poco apagado,
ni
siquiera el mar inmutable
me pudo
salvar de sentirme solo.
Recuerdo
las páginas y páginas que escribí,
cada
maldita palabra de dolor que escupí sobre el papel,
las
llevo grabadas en la piel y cuando alguien me aprieta
aún
siguen sangrando.
Recuerdo
la cuarentena emocional,
el
luto,
los
momentos de sentirme muerto en vida
el
pensar aquello de
“nunca
voy a recuperarme de esta”.
Dicen
que estas cosas son temporales,
que
todo el mundo lo supera solo.
Muchos
lo hacen,
yo no
lo hice.
Me fuí
corriendo de allí.
Huí.
Pero no
me dejé caer.
Me até
un clavo en las costillas para no hundirme.
Y me
agarré como pude a mí mismo.
Me dí
cuenta de que mi integridad
el ser
yo mismo y nadie más,
esa
pequeña migaja de libertad
es lo
único que tenemos
y que
nadie puede arrebatárnoslo.
Ni
siquiera el miedo.
Nuestra integridad se vende por tan poco,
pero es todo lo que tenemos.
Es el único pequeño pedacito de nosotros
en el que somos totalmente libres.
En días
como hoy veo el miedo en vuestros rostros,
el
mismo con el que he estado luchando toda la vida.
Veo
todo vuestro terror y vuestro pánico.
No nos
han preparado para enfrentarnos a esto.
Si lo
estás pasando mal, seas quien seas,
y vivas
donde vivas,
espero
que consigas escapar de tus fantasmas.
Espero
que el mundo cambie, y que las cosas vayan a mejor.
Y
espero que mantengas tu integridad
que no
te dejes caer a ti mismo,
ni a
los demás.
Que no
caigas en culpar a unos o a otros.
Entiendo
por lo que estás pasando,
y sé
lo que es sentir verdadero miedo.
Por eso
lo único que pretendo con esto
es que
sepas
que
aunque no te conozca,
y
aunque nunca nos hayamos abrazado,
reído,
o
besado,
entiendo
por lo que estás pasando
y no
estás solo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario