Bitácora

26 de septiembre de 2019

Euthanasiæ




He escrito mil historias en este blog,
sobre las chicas que me rompieron el corazón.

Pero nunca he escrito la tuya,
sobre cómo apareciste de la nada,
y me diste todo lo que pudiste.

Aquí la tienes.




Hace tiempo que tengo una historia en la cabeza.
Una de esas que nunca he contado,
dejando que se pudriera en mi memoria mientras envejece mi cerebro.

La historia sobre cómo me encontraste,
siguiendo las migajas de pan
que dejaban mis textos en este blog.

No sé qué estabas buscando en aquel momento,
no sé qué te llevó a entrar en este lugar
que entonces era solo una cueva de depresión y oscuridad.

Alomejor piensas que lo he olvidado todo,

           Pero no.

Yo recuerdo estar perdido y encontrarte.
Recuerdo compartir contigo
la magia de mi segundo invierno en Granada.

El frío que nos cortaba los labios,
bañados en saliva y alcohol del malo.

Unos ojos verdes perdidos que buscaban consuelo
en las calles antiguas y tristes,
en los bares rancios de mala muerte.

Claro que recuerdo el sabor de tus labios,
el olor de tu aliento.

Recuerdo dormir contigo
y contar tus caricias.


Y recuerdo reclamarte a ti
lo que la vida me debía por derecho propio.


Lo siento
Por usarte como salvavidas
mientras pensaba en otra.

Lo siento por buscar en ti la piel de otra. El pelo de otra.

            Los ojos de otra.

Lo siento por no entender tu sentido del humor,
por desearte otra identidad y otra personalidad.

Lo siento por hacer que mi cama pareciera pequeña.
Por asfixiarte hasta hacerte caer.
Sabes que estaba muy perdido...

 

...Pero creo que no llegaste a darte cuenta de todo esto,
y que sigues en la sombra leyéndome por aquí.

Agradezco que te alejaras poco a poco,
sin voces, sin gritos, sin romper nada.

Te agradezco que dieras un paso atrás,
y me dejaras solo
para poder enfrentarme al fin a mis sentimientos.

Nunca nadie me ha dado más que tú.

Gracias por recoger tus cosas y salir corriendo de allí.