He escrito mil historias en
este blog,
sobre las chicas que me
rompieron el corazón.
Pero nunca he escrito la
tuya,
sobre cómo apareciste de
la nada,
y me diste todo lo que
pudiste.
Aquí la tienes.
Hace tiempo que tengo una historia en
la cabeza.
Una de esas que nunca he contado,
dejando que se pudriera en mi memoria
mientras envejece mi cerebro.
La historia sobre cómo me encontraste,
siguiendo las migajas de pan
que dejaban mis textos en este blog.
No sé qué estabas buscando en aquel
momento,
no sé qué te llevó a entrar en este
lugar
que entonces era solo una cueva de
depresión y oscuridad.
Alomejor piensas que lo he olvidado
todo,
Pero no.
Yo recuerdo estar perdido y
encontrarte.
Recuerdo compartir contigo
la magia de mi segundo invierno en
Granada.
El frío que nos cortaba los labios,
bañados en saliva y alcohol del malo.
Unos ojos verdes perdidos que buscaban
consuelo
en las calles antiguas y tristes,
en los bares rancios de mala muerte.
Claro que recuerdo el sabor de tus
labios,
el olor de tu aliento.
Recuerdo dormir contigo
y contar tus caricias.
Y recuerdo reclamarte a ti
lo que la vida me debía por derecho
propio.
Lo siento
Por usarte como
salvavidas
mientras pensaba
en otra.
Lo siento por
buscar en ti la piel de otra. El pelo de otra.
Los ojos de otra.
Lo siento por no
entender tu sentido del humor,
por desearte otra
identidad y otra personalidad.
Lo siento por
hacer que mi cama pareciera pequeña.
Por asfixiarte
hasta hacerte caer.
Sabes que estaba
muy perdido...
...Pero creo que
no llegaste a darte cuenta de todo esto,
y que sigues en la
sombra leyéndome por aquí.
Agradezco que te
alejaras poco a poco,
sin
voces, sin gritos, sin romper nada.
Te
agradezco que dieras un paso atrás,
y me
dejaras solo
para
poder enfrentarme al fin a mis sentimientos.
Nunca
nadie me ha dado más que tú.
Gracias por recoger tus cosas y
salir corriendo de allí.