Es sorprendente observar atónito como
evolucionas mientras ves pasar ante tus ojos horas, días, décadas.
Y aunque las cosas no oscilan ni giran, ni tampoco cambia mi mundo de
repente, lo cierto es que los meses van pasando y yo prácticamente
ni me doy cuenta. Mis entradas nacen de momentos de abandono,
de momentos de infinitas dudas y de momentos en los que lo real y lo
lógico se desfigura y se transforma para encontrarme con que lo que
parece real son solo delirios momentáneos de truncada
desesperación.
Pero como digo, han pasado meses, y la
luz del Sol brilla de nuevo sobre la playa abarrotada, las clases han
ido pasando y desapareciendo hasta que finalmente ha llegado mi
último paseo por los pasillos abarrotados pero vacíos de mi sórdido
pero amado instituto. Y ahora de repente llega un cierto torrente de
felicidad inesperada, y logros académicos, y reconocimiento social,
y finalmente admiración, de esa que algunos egocéntricos
desgraciados mendigamos tanto.
Durante el transcurso de los meses he
llegado a crecer tanto que no me contengo en mí mismo, alegría y
felicidad parecen por momentos premios reales y posibles al alcance
de mi propia mano. Y ha habido incluso algún día en el que el mundo
parecía confabularse para darme gran parte de lo que yo quería. Sí,
existen esos días.
Y entonces descubres que no se pueden
cambiar los problemas de uno, pero sí el modo de confrontarlos. El
chico que hace no mucho nadaba en el negro pozo de la negatividad y
se hundía y se moría por dentro mientas ansiaba la gloria del
pasado perdido, sí, aquel chico ha cambiado y se ha convertido en
una experiencia, en un recuerdo, en un ejemplo a evitar.
Las personas sin duda cambiamos, y a
veces parece que puede ser a mejor. La clave al final estuvo en
respetar el pasado de uno mismo, en aceptar lo que pudo ser y no fue,
en hacerse responsable de las decisiones que uno tomó. Desterrar el
arrepentimiento, que no es otra cosa que el deseo de volver en el
tiempo a cambiar tu decisión. Decidiste y luchaste por algo. Quizá
no estuvo bien pagado. Pero quedó el recuerdo del error, y también
el recuerdo de los grandes momentos infinitos, que aunque acabaron en
amargura y desesperanza, durante un par de segundos fueron enormes,
geniales, simplemente infinitos.
Ahora queda una vida entera ( o casi
entera) por delante, empezando por un verano que quizá traiga pasión
y algún que otro momento único más. En caso contrario, seguirá
siendo un verano único por todo lo que representa. Y el futuro tras
el verano se siente fresco, desafiante, nuevo, insólito, pero sobre
todo, mío.
Nota*: Si hay alguien por ahí en la
sombra que realmente me lee y se interesa por lo que escribo, que
esta entrada quede como una confirmación para todos aquellos que me
dijeron que hay que enfrentarse a la oscuridad de uno mismo y al
propio pasado. Pero no quiero que este sea el fin de este blog nacido
de la oscuridad, y ahora que llega un verano más, los textos se
seguirán sucediendo de vez en cuando, no se de qué ni por qué. Y
si bien es cierto que se me hizo muy fácil hacer arte literario
escribiendo sobre las cosas más horribles de uno mismo, quizá me
acabe lanzando a intentar escribir de vez en cuando algo igualmente
bueno pero con una temática diferente, menos oscura, más positiva.
Y eso sí que será un verdadero reto.