Las cartas se reparten, y vuelvo a
perder. ¿Quién será ese desagradecido, desalmado crupier? Yo creo
que primero mira la cara del jugador, y luego reparte. Primero lo
inspecciona, estudia su alma, y luego reparte.
O quizá no. Quizá recibe ya
instrucciones sobre lo que repartir. Porque yo miro a los que juegan
al lado mía, a esos ''Héroes'' del mundo, y veo esa expresión de
felicidad en sus rostros. Veo esa mirada segura y confiada del que ve
sus cartas y sabe que va a ganar.
Y esa sensación me puede, y juego,
juego para demostrarles que puedo ganar, que también yo puedo serlo
todo. Pero por más que lucho y peleo, con la tozudez del que tiene
mucho que ganar y poco que perder, al final se muestran las cartas y
siempre pierdo.
Mentira. Una vez gané. No estaba tan
claro que tuviera la mejor mano, pero gané. Y me dieron a elegir
entre tres premios. Y aquí me arriesgué otra vez y cogí el más
único, el más exclusivo, pero también el más peligroso.
Y al final perdí todo lo que había
ganado. Me lo robó el que sobresalía de entre todos los ''Héroes''.
De sonrisa chulesca y espesa barba, en su mirada se reflejaba el
poder del mundo, la confianza del que lleva toda su vida ganando. Y
se llevó lo que yo más quería, mi premio único. Lo consumió, y
luego lo abandonó, porque ya no le importaba.
Y cuando encontré lo que había sido
mío, tirado por el suelo y sucio, ya no era igual. Seguía siendo mi
premio único, pero ahora era distinto, ya no era mío. Y huyó de
mí, y mi yo ganador dejó de existir.
Me arrastré por el suelo buscando algo
que aprovechar, algo que salvar, y solo me cayeron piedras. Y aún
sigo desplomado, completamente hundido en el suelo, pero he vuelto a
jugar. Siempre pierdo, pero sigo jugando, porque la gente de pelo
oscuro, ojos negros y rostro blanco siguen gritando: ''No future''