“El otro día encontré una
conversación de hace años
que me hizo pensar
lo ingenuos que éramos,
lo poco que sabíamos
y cuánto tenían que cambiar todavía las cosas.”
que me hizo pensar
lo ingenuos que éramos,
lo poco que sabíamos
y cuánto tenían que cambiar todavía las cosas.”
Sandra Q.
Me hizo recordar tu sonrisa, y mi
indiferencia,
las bromas entre clase y clase.
Recuerdo tu orgullo,
Y mi soberbia.
Tu seguridad y la
confusión del principio,
La banda sonora
del amor que nace.
No sé en qué
momento me enamoré de ti,
pero recuerdo
verte crecer desde la barrera,
Crecer
contigo.
Recuerdo las
fiestas,
la música y el
mar de alcohol.
Las noches mágicas
del invierno en Granada.
Y recuerdo mirarte
a través de toda la gente,
es cierto que en
aquel momento no me di cuenta,
Pero ya estaba
perdido.
Y me pasé meses
(¿años?)
llamándote,
gritando que me
miraras,
Buscándome en
ti
Hasta que llegó
el día en el que nuestras almas se desnudaron.
Recuerdo tu miedo
y tu inseguridad,
el terror de tu
cara al mirarme.
Porque era tu
primera cita.
Y esto nunca te
lo conté,
pero paré un
minuto antes de ir a por ti.
Busqué calma y
valentía
en los
bolsillos del pantalón,
y fui hacia ti
sin encontrarlos.
Porque yo
también estaba muerto de miedo.
Recuerdo que
llegamos a la terraza del bar,
con los rayos de
sol de principios de abril
haciéndote
brillar,
infinita.
Y después solo te
recuerdo a ti.
Porque estabas más
guapa que nunca.
Incluso te
recuerdo mirarme a los ojos,
y morirte de
vergüenza,
porque en ese
instante se te cayó toda la seguridad,
y te quedaste
desnuda.
Y esto tampoco lo
sabes,
pero en el fondo
yo pensaba
que con toda tu
cabezonería y tu orgullo,
Me frenarías
en seco
Pero no lo hiciste
Porque por primera
vez se te cayó el escudo,
y dudaste,
y creo que incluso
pensaste,
aunque fuera por
un instante,
si la respuesta
era yo.
Y no se si fue lo
que realmente querías,
porque no estabas
preparada,
o si lo decidiste
tirando una moneda al aire:
Pero al final ocurrió el desastre.
Y me fui
corriendo,
llorando por
dentro.
Las columnas de mi
mente desmoronándose,
todo se cae,
Se me caía el
mundo encima.
Hubo días en
los que no podía salir de la cama,
y me obligaron.
Hubo días en
los que no quería hablar
y me tiraron de
la lengua.
Y dolía.
Porque solo
quería hablar de ti,
como quien cuenta el atardecer de ayer,
que ya se
perdió,
que no va a
volver,
y solo quedan
fotos.
Aunque a
nosotros ni eso.
Y grité que el
mundo era injusto,
porque no me
dejaba vivir.
Grité que me
habían robado otra vez,
y me sentí
perdido.
No sé cuando
salí de esa espiral de autodestrucción,
solo sé que lo
hice arrastrándome por la oscuridad,
porque por más
que lo deseaba,
No podía dejar de
verte.
Y al final me tuve
que arrancar una parte de mi ser,
esa que te amaba
tanto.
Pero se resiste a
salir,
así que todavía
sigo escupiendo y arrancándome trozos
de esa parte de
mí.
En cierta forma es
como matarme a mí mismo,
así que no me
está resultando fácil.
Ahora estoy vivo
otra vez,
y me curo yo
solo en casa.
Pero a veces
cuando salgo
tengo miedo de
encontrarte.
Porque ahora sales
con otro,
y no quiero
verle.
Porque en el
fondo,
Sé que yo te
quiero más que él.
Pero aunque a veces me cueste seguir,
y tenga ganas de salir corriendo de nuevo,
al final me
enfrento al miedo,
respiro un
segundo...
y sigo.
Me quito el
sudor
y sigo.
y sigo.
Cojo aire...
y sigo.
“Aunque quizá algún día como hoy dentro
de unos años
encuentre todo esto y vuelva a pensar
en lo
ingenuos que éramos,
lo poco que sabíamos
y cuánto tenían que cambiar todavía las cosas.”
Sandra Q.
PD: Por primera vez en la vida me he quedado sin palabras para contar ciertas cosas, así que el texto en cursiva es de Sandra, que tiene mil veces más talento que yo. Leed su blog: Kilómetro Cero