Bitácora

1 de abril de 2019

Nuestro






El otro día encontré una conversación de hace años
que me hizo pensar
lo ingenuos que éramos,
lo poco que sabíamos
y cuánto tenían que cambiar todavía las cosas.”

Sandra Q.


Me hizo recordar tu sonrisa, y mi indiferencia,
las bromas entre clase y clase.
Recuerdo tu orgullo,
            Y mi soberbia.
Tu seguridad y la confusión del principio,
La banda sonora del amor que nace.


No sé en qué momento me enamoré de ti,
pero recuerdo verte crecer desde la barrera,

            Crecer contigo.


Recuerdo las fiestas,
la música y el mar de alcohol.
Las noches mágicas del invierno en Granada.
Y recuerdo mirarte a través de toda la gente,
es cierto que en aquel momento no me di cuenta,

            Pero ya estaba perdido.


Y me pasé meses (¿años?)
llamándote,
gritando que me miraras,
            Buscándome en ti


Hasta que llegó el día en el que nuestras almas se desnudaron.


Recuerdo tu miedo y tu inseguridad,
el terror de tu cara al mirarme.
            Porque era tu primera cita.

Y esto nunca te lo conté,
pero paré un minuto antes de ir a por ti.
Busqué calma y valentía
en los bolsillos del pantalón,
y fui hacia ti sin encontrarlos.

            Porque yo también estaba muerto de miedo.

Recuerdo que llegamos a la terraza del bar,
con los rayos de sol de principios de abril
haciéndote brillar,
            infinita.
Y después solo te recuerdo a ti.

Porque estabas más guapa que nunca.
Incluso te recuerdo mirarme a los ojos,
y morirte de vergüenza,
porque en ese instante se te cayó toda la seguridad,
y te quedaste desnuda.

Y esto tampoco lo sabes,
pero en el fondo yo pensaba
que con toda tu cabezonería y tu orgullo,
            Me frenarías en seco

Pero no lo hiciste

Porque por primera vez se te cayó el escudo,
y dudaste,
y creo que incluso pensaste,
aunque fuera por un instante,
si la respuesta era yo.

Y no se si fue lo que realmente querías,
porque no estabas preparada,
o si lo decidiste tirando una moneda al aire:

Pero al final ocurrió el desastre.

Y me fui corriendo,
llorando por dentro.
Las columnas de mi mente desmoronándose,
todo se cae,
            Se me caía el mundo encima.


Hubo días en los que no podía salir de la cama,
y me obligaron.
Hubo días en los que no quería hablar
y me tiraron de la lengua.

Y dolía.

Porque solo quería hablar de ti,
como quien cuenta el atardecer de ayer,
que ya se perdió,
que no va a volver,
y solo quedan fotos.

Aunque a nosotros ni eso.

Y grité que el mundo era injusto,
porque no me dejaba vivir.
Grité que me habían robado otra vez,
y me sentí perdido.

No sé cuando salí de esa espiral de autodestrucción,
solo sé que lo hice arrastrándome por la oscuridad,
porque por más que lo deseaba,

No podía dejar de verte.

Y al final me tuve que arrancar una parte de mi ser,
esa que te amaba tanto.
Pero se resiste a salir,
así que todavía sigo escupiendo y arrancándome trozos
de esa parte de mí.
En cierta forma es como matarme a mí mismo,
así que no me está resultando fácil.


Ahora estoy vivo otra vez,
y me curo yo solo en casa.

Pero a veces cuando salgo
tengo miedo de encontrarte.
Porque ahora sales con otro,
            y no quiero verle.

Porque en el fondo,

Sé que yo te quiero más que él.

Pero aunque a veces me cueste seguir,
y tenga ganas de salir corriendo de nuevo,
al final me enfrento al miedo,
respiro un segundo...
y sigo.

Me quito el sudor
y sigo.

Cojo aire...
y sigo.

Aunque quizá algún día como hoy dentro de unos años
encuentre todo esto y vuelva a pensar
en lo ingenuos que éramos,
lo poco que sabíamos
y cuánto tenían que cambiar todavía las cosas.

                              Sandra Q. 



PD: Por primera vez en la vida me he quedado sin palabras para contar ciertas cosas, así que el texto en cursiva es de Sandra, que tiene mil veces más talento que yo. Leed su blog: Kilómetro Cero