Y el aprendiz se dirigió al maestro y
al fin le confesó esos miedos extraños e intrínsecos, de esos que
se intentan ignorar, a los que se les resta importancia. Esos miedos
que nadie entiende, que nadie respeta. Esos miedos que nunca se
cuentan:
-Pero qué triste es vivir cuando no se
vive, qué triste es el tener la consciencia de que uno una vez brilló,
y de que ahora no queda nada, de que uno se dejó destruir. Qué
triste es ver la puerta entreabierta y no poder abrirla. Que triste
es que los dioses nos hicieran depender unos de otros, y que solo le
dieran a algunos la fuerza de luchar contra los demás. ¿Cómo se
vive, maestro, sabiendo la verdad?
-Tu historia no es la de un iluminado
que ha descubierto la verdad. Tu historia es la de una mujer, un
caballero de espesa barba y un diamante en bruto que dejó de brillar
antes de tiempo. La pérdida del placer siempre trae sufrimiento. Yo
te lo advertí, pero los hombres son débiles frente a estos placeres
mundanos.
-Pero no siempre es así. Porque hay
hombres que se dejan llevar por estos placeres mundanos, hombres que
viven siempre entre ellos, hombres que los gozan y que finalmente
terminan siendo poseídos por ellos. Estos hombres tienen todo lo que
yo no tengo.
-Pero tú tienes todo lo que ellos no
tienen. Tú tienes la verdadera consciencia de lo que es la felicidad, pues
nunca se valora lo que se tiene. Los que tienen el placer a menudo se
lamentan porque son cortos de miras, simples e insulsos, y les falta
tu entendimiento.
-Pero los felices son ellos, no yo.
-Para que haya victoriosos tiene que
haber perdedores.
-Qué sencillo es decir eso cuando se
es de los victoriosos.
-Tú ya brillaste una vez. Brillaste
por poco tiempo, pero tu luz ya se apagó y ahora brillan otros.
Ahora solo te queda la vieja esperanza de desear un futuro mejor.
Refúgiate en tu juventud, regocíjate cuando veas a esos viejos
tristes y deprimidos que ven cerca el final del camino y que aún no
han brillado. Envidia a esos a los que llamas triunfadores, a esos
que tienen todo lo que tú no tienes, y aprovecha esas ventajas que
tienes contra ellos, ese entendimiento y esa lucidez, que quizá
algún día te saquen de ese agujero en el que te has metido.
-Decirle que espere al que sufre, es
como darle amistad al que busca amor.
-A veces, el amante, a base de amistad
olvida el amor.
-Tu consejo es que espere el amor, o
que aprenda a vivir sin amar.
-Palabras de poca esperanza, para un
desesperado.