-Lo mismo el año que
viene
nos seguimos viendo por
aquí.
-Quizá sí.
Seguramente no.
He
tenido un gusano dentro
estos
últimos meses,
devorando
mis horas de sueño
y mis
momentos de tranquilidad.
He
tenido miles de conversaciones
con
tantas personas,
sobre
qué es lo que debo hacer.
Porque
había una corriente de aire,
ligera,
una
brisa,
que me
empujaba con suavidad,
me
acariciaba....
...y
todavía no sabía si seguirla.
Porque
siempre que os veo me dan ganas de irme,
ganas de
salir y cerrar la puerta para siempre.
Y a
veces lo hago, os veo y me voy.
Pero al
día siguiente,
os
vuelvo a ver...
...y ya
casi no me quedan huecos en la ciudad donde esconderme.
Os juro
que desearía que todo fuera diferente.
Pero
no puedo evitarlo.
Así que poco a poco,
hace unos meses,
nació este gusano,
al que con cariño llamé
incertidumbre...
...y fui dejando que devorara mi tranquilidad.
Y que pusiera sus semillas de miedo en mi pecho.
Y recuerdo que después llegaron las palabras
de todos aquellos que querían tener voz en mi futuro:
Preguntando hacia donde me empujaba aquella brisa,
que cada día es más fuerte,
un vendaval que se lleva volando la ropa tendida en la terraza.
Cerré las puertas,
para no salir volando yo también,
pero eso solo consiguió alimentar al gusano que vive en mi pecho.
Vuestras dudas sobre mí,
solo le alimentan.
Esos momentos en los que me ignoráis,
porque sabéis que eso es lo que más me duele.
Todo ese daño que me habéis hecho.
O mejor dicho, todo ese daño
que me he hecho yo mismo
a través de vuestros actos,
solo le alimenta.
Y ahora es enorme,
tan grande que es uno conmigo,
tan fuerte que lo he tenido que aceptar como algo mío.
Ahora es parte de mí.
Es parte de mi vida,
pero vosotros no.
Así que fui a abrir las puertas,
con todos a mi alrededor esperando
a que tomara la decisión,
pero en el fondo
yo
ya
sabía
adónde me llevan los vientos del futuro.
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