Bitácora

30 de julio de 2014

Sobre noches de gloria,miedos y deseos cumplidos

Miseno al fin lo había conseguido. La tenía. No había sido fácil, desde luego. Pero lo había conseguido. Por medio del esfuerzo había conseguido cumplir un deseo. Había soñado mucho con este momento. Ahora lo que quedaba era sentir el placer por el deseo cumplido, como su maestro le había dicho tiempo atrás. Pero no fue placer lo que sintió, al menos no tanto como debería. Al principio estaba en una nube y no sentía nada. Después, sintió miedo. No era un miedo grande ni desproporcionado, de esos que te atenazan el corazón. Más bien era un miedo suave, ligero, mezclado con reminiscencias del placer obtenido. Pero miedo, ¿a qué? Ya lo tenía todo. Se podía considerar incluso feliz.

Meditó durante un tiempo, y entonces descubrió lo que temía. Temía demasiadas cosas. Temía que, al igual que su maestro le dijo, el amor desapareciera, se fuera igual que llegó, de repente y sin avisar. Pero entonces, ¿era amor lo que sentía, o solo un gran e irrefrenable deseo? Ahora que había conseguido lo que quería, seguía sin ser feliz. Ahora tenía miedo a perderlo todo, y que su gran esfuerzo al final terminara siendo inútil. Y no hace falta decir que al final lo perdió todo, como su maestro pronosticó. Por eso están los que dicen que amar es de necios, pues se sufre al amar, se sufre al ver el amor completo, y se sufre más aún cuando se pierde el amor. Y siempre se pierde.

Pero Miseno no solo temía la pérdida del amor. También temía la pérdida del deseo. Pues mientras gozaba en las mieles de la justa y merecida victoria, también se dio cuenta de que algún día llegaría el tedio y el aburrimiento. Y con ellos un nuevo deseo, igual o más fuerte aún que el anterior, clamando desde sus adentros por ser cumplido, y obligándole a destruir todo lo que había conseguido después de tanto esfuerzo.

Y finalmente, pero no menos importante, Miseno temía con toda su alma al fracaso. Pues en cualquier momento se puede fracasar, y puedes perderlo todo. A veces ni siquiera descubres un error hasta que todo está perdido. De esta forma, para evitar fracasar, planeó metódicamente todos sus movimientos. Y justo por planear demasiado, al final fracasó.

De esta forma, en aquella noche en la que Miseno tendría que haber dormido con los Dioses, tal debía de ser su felicidad, durmió triste, pensativo y asustado. Asustado por las dudas, y asustado por el futuro. Pero aquella noche pasó, y Miseno fue feliz, al menos durante un tiempo. Sin embargo, el miedo lo acompañó durante mucho tiempo, y cuando por fin el miedo desapareció, fue cuando lo perdió todo. Cruel destino está reservado para el hombre que sólo desea y necesita, pues cumplir un deseo sólo trae más deseos, y lo que se necesita, ya no se quiere cuando se tiene.

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